Los diversos movimientos cooperativistas y de economía solidarias movilizados en espacios rurales por actores indígenas y campesinos, en el caso de México resalta la Cooperativa Tosepan Titataniske de origen nahua y totonaco, han demostrado que es posible desarrollar prácticas de soberanía alimentaria a un nivel local y regional.
No obstante, cabe resaltar que el uso del territorio, el agua y los recursos naturales, se encuentran en una disputa del imperialismo capitalista actual, en donde el Estado tiene un papel mediador de suma importancia. En el caso antes mencionado, proyectos de extracción y explotación de hidrocarburos han intentado establecerse en la región, pese a que se tenga un Programa de Ordenamiento Ecológico Territorial, el Estado desconoce la asociación indígena, su desarrollo, y en consecuencia, su soberanía alimentaria.
Otro medio por el cual el Estado, y la economía global, vulneran economías locales y determinaciones alimentarias es en las importaciones de alimentos. La dependencia económica de América Latina y la necesidad de los centros hegemónicos de alivianar sus ganancias, por medio de la exportación masiva, alteran las economías locales en donde la producción y circulación de productos alimentarios locales tienen que competir con los bajos precios de los productos internacionales.
Bajo este pensamiento, es posible que pueblos y comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes puedan organizarse y gestionar proyectos de soberanía alimentaria los cuales impulsen su desarrollo local y regional, pero sin un apoyo estatal que se posicione a favor del reconocimiento y desarrollo comunitario, esta soberanía alimentaria puede ser vulnerada por los intentos de colonialismo y desposesión impulsados por la lógica del capital global y el apoyo estatal.